![Trabajadores de Sancor recibieron una propuesta hacia un acuerdo con la empresa](./uploads/noticias/3/2024/06/20240610225147_atilra-propuesta.jpg)
![Trabajadores de Sancor recibieron una propuesta hacia un acuerdo con la empresa](./uploads/noticias/4/2024/06/20240610225147_atilra-propuesta.jpg)
En un determinado momento apareció un nuevo potencial comprador del oro blanco: doña Isolina, la que enterada del centro de distribución que operaba en la casa de los Ponce, preguntó a mi madre si a ella también podíamos comenzar a llevarle un litro de leche por día. Angelita, rápida de reflejos, no quiso dejar pasar la oportunidad. Inmediatamente le dijo que sí, y levantando un lápiz de la mesa, con un rictus de seguridad en el rostro anotó en una vieja libreta de almacenero, una especie de Excel casero de entonces, a Doña Isolina, como si se tratara del cliente ciento treinta y nueve al que deberíamos llevarle la leche. Cuando la mujer se retiró Angelita me miró, observó el lecherito de metal y advertí, a pesar de mi corta edad, algo de preocupación en su rostro. Al día siguiente salí a efectuar el reparto habitual, pero en lugar de cinco botellas llevaba seis, a las que procedí a entregar una por una a sus respectivos destinatarios. Así al otro día volví a cumplir con mi rutina, y al llegar a la casa de doña María, el lugar donde dejaba la primera botella, con cara de pocos amigos, ella me dijo: -Por favor, decile a tu mamá que deje de echarle agua a la leche porque no le compro más. Con vergüenza abandoné el reparto, me volví a casa enojado con mi madre, a quién le conté lo que había sucedido. No sé qué habrá hecho Angelita. Lo cierto es que al otro día volví a salir, pero solo con los cinco litros originales y ya sin Isolina en mi lista de clientes. A los seis años, mi edad en aquel momento, y aunque ese no haya sido su cometido, con su accionar mi madre me hizo ver que el mundo en el que me tocaría actuar sería duro y el de los negocios peor. Aprendí también que la vida es una escuela en sí misma donde cada problema no debe ser tomado como un obstáculo sino como una lección, y que una situación complicada puede resolverse si existe la firme voluntad de que esto ocurra. Luego, también, y porque la vi sobreponerse a vicisitudes mucho más difíciles que le presentaría la vida, de Angelita aprendí que, a un buen piloto de tormentas, no lo amedrenta un refucilo. Héctor Ponce Secretario General Asociación de Trabajadores de la Industria Láctea de la República Argentina (*) Apología de la chacarera, Julio Argentino Jerez